El olor de la lumbre

Esta tierra, esta aldea y esta casa
son más poesía que cualquier poema
que yo haya deseado concebir:
los olivos, la cabra, el tonel viejo,
las eras, los sarmientos, las garberas,
el gallo loco que sigue anunciando
el alba a mediodía, las almendras,
este olor como a humo de pobreza,
el sol de enero, los gatos que acuden
al maná de las manos de la madre,
la bicicleta envuelta entre la paja,
las nubes y las sábanas tendidas,
los membrillos colgados, el aljibe,
los cándalos, las uvas, el aceite en las orzas,
el albaricoquero, los melones,
la rosa congelada, las espuertas
del esparto, las esteras, el baleo,
las manos de mi padre haciendo pleita...



Aquí la muerte no sorprende a nadie.
Todos saben que un día volverán a la tierra
que son y que jamás, ni un solo día,
han dejado de ser, de ver y de sentir.
Todos han visto muertos desde niños.
Y saben que la vida no es distinta
del olor de la lumbre o de la lluvia.

(Uit: Aldea, Hiperión 2006.)

De geur van brandhout

Dit land, dit dorp, dit huis
is poëtischer dan de poëzie
die ik ooit had willen schrijven:
de olijven, de geit, de oude kuip,
de dorsvloer, de wijnranken, de stuiken,
de maffe haan die almaar ochtend
kraait midden op de dag,
de amandelen, de rookgeur
van de armoede, de zomerzon,
de katten die het manna
uit de handen van de moeder happen,
de fiets onder het stro, de wolken
en de lakens aan de waslijn,
de peren aan de bomen, de waterton,
het sprokkelhout, de druiven,
de olie in de kruiken, de abrikoos,
de meloenen, de roos bezet met rijp,
de manden van esparto, de vloerkleden,
het deurmatje, de handen van mijn vader
die vlechten...

Hier verrast de dood niemand.
Allen weten dat ze tot de aarde
weerkeren, aarde zijn en dat immer,
alle dagen, zijn, zien en voelen.
Allen hebben van kinds af doden gezien.
En weten dat het leven niet anders is
dan de geur van regen of van brandhout